¿Por qué volverse un pequeño cerdo capitalista?
Yo fui oficialmente nombrada un “pequeño cerdito capitalista” por mi amiga Alejandra —digo oficialmente porque en secreto siempre quise serlo— tras una escandalosa confesión: a los 22 años ya osaba tener un fondo de ahorro que invertía en la Bolsa de Valores.
Imagínate lo que eso significa, sobre todo tomando en cuenta que mi oscuro secreto salió a la luz durante una parrillada en una azotea llena de personas entre las que había comunicólogos, periodistas —como yo—, estudiantes de artes plásticas y uno que otro colado de profesión desconocida, pero seguramente “bohemio”, y no en un bar de Polanco rodeada de trajeados.
Mi amiga no se explicaba si me había picado una mosca tse-tse, si había sido abducida por los extraterrestres o qué me había orillado a ese descabellado comportamiento. Yo no había estudiado economía ni finanzas, vamos, ¡ni siquiera administración de empresas!
La verdad es más simple que cualquiera de las opciones anteriores: simplemente no me daba la gana que mi dinero perdiera 3% anual, durmiéndose en sus laureles en una cuenta de banco normalita —que es lo que pasa cuando el dinero no se invierte y se lo come la inflación—, mientras que otros —esos sí “grandes cerdos capitalistas”, siguiendo la frase de Ale— fueran los que ganaran con él.
En finanzas siempre hay un ganador: si alguien invierte mal su dinero, otro puede usarlo para hacer más dinero; si estás en una afore patito, al no averiguar cómo funciona, ellos te cobran por darte menores rendimientos que a tu vecino; en la tienda de los pagos chiquitos que cobra muchito, acabas pagando tres veces más el precio de la tele, porque no conoces el costo real del crédito y sólo te emocionas con lo poco que debes abonar semanalmente; si tú no le avisaste a tu familia que tenías un seguro de vida y éstos no lo cobran, tu dinero se puede quedar por años en las arcas de la aseguradora. ¿Por qué no ser tú el que gane, para variar el asunto? No necesitas volverte un cerdo capitalista… o bueno, sí, pero sólo un poco, uno pequeño.
Ser un pequeño cerdo capitalista no significa que si eres vegetariano y activista de Greenpeace tengas que dejar de serlo, cambiar de partido político y dejar de pensar sobre lo mal que está distribuida la riqueza en el mundo.
No, basta con querer ser tú el que le saque el mejor provecho a tu dinero y tener ganas de aprender cómo hacerlo. No importa si es mucho o poco —aunque claro, la idea es que se multiplique—, el punto es que lo aproveches al máximo, pues es tuyo. A nadie le hace daño tener unos ceros más en su cuenta, ¿o sí?
Manejar el dinero no es una de las materias que vemos en la secundaria o en la prepa —aunque deberíamos—, y a veces en las familias el tema es un tabú igual o incluso mayor que el sexo. Si tenemos suerte, puede que aprendamos gracias a consejos anecdóticos del tío de la prima que no vino a la ? esta. Si no, puede que sea dándonos de topes por ponerles taches a esas cosas que en realidad nos podrían ser útiles.
Toma el ejemplo de la Bolsa, ¿cuánta gente conoces que ha perdido dinero, sale por pies y jura que jamás de los jamases volverá a invertir? Puede que esta aversión a un instrumento que en plazos de veinte años en México ha dado rendimientos anuales de 29.25% en promedio (fuente: IXE y la BMV), no se hubiera dado si el ejecutivo de cuenta le hubiera explicado a esa gente que esa inversión es para plazos mínimos de tres años, donde se deposita sólo el dinero del que no tengas que disponer, pues la Bolsa se puede dar sus batacazos, pero a la larga se recupera. Si lo sacas en el peor momento, puedes venderle barato al que está dispuesto a esperar. De nuevo alguien está haciendo su agosto a tus costillas.
Con este tipo de formación creemos que al que le va bien con el dinero es por suerte, palancas o por que estudiaron carreras relacionadas y que por ello tienen idea de lo que hacen (te sorprenderías de las metidas de pata que hasta los egresados de las facultades de economía cometen con su dinero).
Primera noticia: no necesitas un premio Nobel de Economía para manejar tu dinero óptimamente. En finanzas personales raramente verás ecuaciones con simbolitos bizarros y miles de cifras. Deja las pesadillas de tus clases de cálculo en la adolescencia. En términos matemáticos, sólo necesitas saber hacer las operaciones básicas: sumar, restar, multiplicar y dividir. ¡Vaya, ni siquiera la raíz cuadrada hecha a mano con la que nos torturaban en quinto de primaria!
Lo más importante que desconocemos de las finanzas personales es su funcionamiento. Al final, aunque no lo parezcan, las finanzas son una disciplina inventada por los seres humanos que tiene una lógica accesible para todos. El caso es que no nos la explican muy seguido.
Sólo necesitas saber un poco más sobre lo que hace cada
institución o lo que ofrece cada producto, cuáles son las reglas,
procedimientos —cómo nos encanta en México complicarle
la vida al usuario—, algunos tips para comparar y tiempo para
dedicarle a tu dinero.