Una tranquila mañana de domingo en Ciudad del Cabo, Achmat y
su hermano Tariq estaban con sus amigos en la playa practicando para el examen
para ser guardacostas. En el examen algunas personas fingirían ahogarse y otras
zarparían en un bote para salvarlas. Tariq nadó y flotó, y Achmat permaneció
cerca de la costa. Ambos esperaban ser rescatados.
De pronto Achmat vio una enorme y oscura silueta que se
dirigía a su hermano a toda velocidad. No estuvo seguro de lo que era hasta que
vio una aleta negra salir del agua. Era un enorme tiburón.
Achmat chapoteó y gritó desesperadamente para tratar de
distraerlo. Su táctica funcionó, el tiburón giró y se dirigió a él mientras el
bote de rescate tiraba de Tariq para llevarlo a un lugar seguro.
Pero no hubo tiempo de que el bote llegara a Achmat. El
tiburón avanzó apoyándose en su cola. Abrió la mandíbula y dejó ver las hileras
y más hileras de dientes sangrientos, desiguales. Achmat trató de escapar pero
no pudo moverse. Al mirar abajo descubrió que toda su pierna estaba en la boca
del tiburón.
En el último instante apareció su hermano con la mano
extendida y lo arrastró hasta subirlo completamente al bote.
Cuando Achmat despertó en el hospital, se deprimió porque le
faltaba una pierna. Siempre le había encantado nadar y practicar deportes, y le
preocupaba no hacerlo de nuevo.
Luego lo visitó Natalie du Toit, una atleta que perdió la
pierna cuando tenía diecisiete años, pero llegó a ser nadadora paralímpica y a
ganar medallas en tres juegos paralímpicos distintos. Natalie le dijo que debía
esforzarse; tiempo después Achmat también ganó competencias en los juegos
paralímpicos.
Cuando apareció caminando para la carrera final, el público coreó: “¡Chico tiburón! ¡Chico tiburón! ¡Chico tiburón!”
Imagínate en el interior de un salón completamente gris y
tan grande como una catedral. Imagina que en el salón hay cien millones de
semillas de girasol. Ahora imagina que en lugar de florecer cada una de esas
semillas fue pintada por una persona.
Lo que acabas de
imaginar es una de las obras más famosas del artista Ai Weiwei. Desde su
perspectiva, la obra está realizada con cien millones de piezas, de la misma
manera que China es un país conformado por 1300 millones de ciudadanos, y que
nosotros somos una especie de 7000 millones de personas.
Ai dice que el propósito del arte es luchar por la libertad.
En China, donde él nació, a veces los habitantes no tienen las mismas libertades
a las que está acostumbrada la gente en otros países. Cuando Ai criticó al
gobierno, por ejemplo, cerraron su blog y lo empezaron a espiar. Escuchaban sus
llamadas telefónicas y lo seguían en la calle.
Luego, un terremoto mató a miles de niños en China. Para
ahorrar dinero, el gobierno había construido escuelas de mala calidad que se
derrumbaron cuando el suelo se sacudió, y los niños quedaron atrapados entre
los escombros. Entonces Ai expresó su enojo a través del arte.
La policía lo golpeó por haberles contado la verdad a todos,
y Ai hizo arte con las tomografías craneales que le hicieron en el hospital.
El artista no tenía permitido salir de casa.
El gobierno incendió su estudio y lo mantuvo bajo arresto
ochenta y un días. Para mostrar lo furioso que estaba con ellos, ¡se filmó
rompiendo un florero chino de ochocientos años de antigüedad que valía un
millón de dólares!
“Yo hablo en nombre de la gente que tiene miedo de hacerlo”,
dijo Ai.
¿Por qué?
“Porque todos somos diminutas semillas de girasol, pero
también formamos parte de algo más importante.”